Nací en febrero de 1976 en Mendoza, Argentina. A los 18 años decidí estudiar artes plásticas porque no soy buena para la música, la escritura o la danza. Otro factor a la hora de elegir la carrera fue que nada me producía tanto placer y calma como trabajar con mis manos mientras el tiempo se estiraba o se encogía sin ningún control. Rápidamente se convirtió en una necesidad vital el intentar atrapar esos momentos en donde las ideas aparecían y empezaban a tomar forma para luego transmitirlas lo más directamente posible. Así fue que entré a la universidad y en el 2001 recibí los títulos de Profesora y Licenciada en Artes Visuales en la Universidad Nacional de Cuyo (Mendoza, Argentina).
Escojo los temas de una manera autorreferencial: parto de una idea o de una experiencia propia para conectarla a un concepto más general. Paseo por caminos mil veces explorados: los sentimientos, los miedos, las pérdidas y nostalgias... A veces me detengo, cuento una historia y simplemente observo qué pasa. Otras veces, con algunos temas como los relacionados con la protección de los animales, doy una opinión directa, buscando una concienciación. En todos los casos intento encontrar una visión lúcida y por momentos compasiva.
En escultura trabajo principalmente con cerámica, metal y vidrio; generalmente combinados entre sí. Elijo la cerámica porque es suave, expresiva y versátil; el metal porque es preciso y resistente, y el vidrio porque es mágico, la luz lo transforma y le añade otra dimensión. Tanto en dibujo como en pintura, mezclo técnicas y materiales: la lentitud y precisión del lápiz y el acrílico con la rapidez de la tinta, la acuarela, los pasteles o el carboncillo. En vidrieras utilizo la técnica del emplomado tradicional y de Tiffany. Muchas veces las obras están en los límites de las disciplinas: esculturas con dibujos, objetos con pinturas, etc.
Actualmente vivo en Barcelona, en donde compagino la enseñanza en mi taller de arte con mi actividad personal.
En mi obra busco la unión entre lo espiritual, lo formal y lo simbólico a través del trabajo manual de taller. Ser una especie de ventana por la que asomarse a ver el espectáculo de la vida. Pero, sinceramente y por sobre todas las cosas, seguir disfrutando mientras trabajo, de esa sensación de tranquilidad en donde lo que pase afuera no tenga, por lo menos por un momento, mayor importancia.